Históricamente, el pensamiento profesional se inclinó hacia la hipótesis que afirma que durante el abordaje del tejido adiposo con agentes físicos se desencadena siempre un proceso de lipólisis controlada. Nada más lejos de la realidad, ya que este fenómeno sólo se logra con unos pocos agentes físicos, aplicados de forma específica y bajo ciertas condiciones. Los recursos electrofísicos con los que contamos actualmente nos permiten un abordaje amplio y complejo del tejido graso, a través de diferentes efectos fisiológicos, que si bien en todos los casos persiguen el objetivo final de la reducción del panículo adiposo lo logran a través de mecanismos de acción muy distintos que determinan en el tejido el desencadenamiento de complejos procesos cuyo efecto varía desde unos pocos minutos hasta varias semanas posteriores a la práctica profesional.
Mi misión en el campo de la capacitación consiste principalmente en promover que los profesionales del sector adquieran herramientas sólidas a través de las cuales puedan moldear un firme criterio profesional, propio y basado en la argumentación. Sin dudas, esto representa el pilar fundamental para el posterior accionar en todas las instancias del tratamiento. Y el conocimiento en profundidad de estas variables resulta crítico al momento de escoger el agente físico apropiado para cada caso en particular.
Diferencias biofísicas y fisiológicas
En lo que respecta al abordaje del tejido adiposo con agentes físicos es posible distinguir tres grandes grupos, tomando como base su efecto fisiológico: están los que promueven lipólisis, los que generan necrosis y los que estimulan un proceso de apoptosis, en este último caso de varias semanas de duración. Resulta necesario aclarar que casi nunca es un único mecanismo de acción el que interviene en la reducción del panículo graso, ya que los agentes físicos actúan casi siempre a través de una acción principal, preponderante, que suele acompañarse también de otros procesos fisiológicos concomitantes en otras zonas del tejido, manifestados cuantitativamente a menor escala. De hecho, un recurso terapéutico capaz de promover la apoptosis como efecto de base (el ejemplo típico es la criolipólisis) estimula en simultáneo un proceso de necrosis en el tejido y hasta una acción lipolítica en ciertos adipocitos periféricos sobre los cuales la temperatura alcanzada no es suficiente para gatillar el mecanismo apoptótico. Algo similar sucede con la radiofrecuencia, que puede combinar lipólisis y necrosis en función de ciertas variables consideradas durante la sesión.
Así de complejo es el cuerpo humano, así de diversos sus tejidos, y así de importante el conocimiento de las herramientas con las que contamos para realizar un correcto abordaje del paciente en los planos terapéutico y estético.
La lipólisis: es un proceso fisiológico que acontece de forma natural en el organismo -mediado por el sistema nervioso autónomo- cuando aumenta la necesidad energética corporal, y para compensar este requerimiento es necesario hacer uso de la reserva adipocitaria de triglicéridos. Incluso, hoy es posible afirmar que cuando los adipocitos se hipertrofian se vuelven más lipolíticos, cediendo al torrente sanguíneo de forma constante y sin mediar estimulación del sistema nervioso autónomo parte de su contenido liídico, lo que origina un incremento en los niveles de grasa circulante, situación conocida como lipotoxicidad.
Cuando aplicamos ciertos agentes físicos como la radiofrecuencia (a niveles medios de temperatura) o especialmente el ultrasonido de 3 MHz (en modo de emisión pulsado y a baja dosis) estimulamos en las células grasas un proceso de lipólisis que aumenta los niveles de lipotoxicidad, razón por la cual, tal como lo aclaro siempre en mis cursos y capacitaciones, no todos los pacientes son aptos para recibir estos tratamientos: personas con hiperglucemia, diabetes, hipertensión arterial o síndrome metabólico, entre otras situaciones patológicas, pueden reaccionar mal a este tipo de procedimientos, convirtiéndose en pacientes de riesgo para terapias lipolíticas (como lo veremos más adelante, también para aquellas que estimulan la necrosis), aspectos casi nunca tenidos en cuenta por el profesional de la Salud y de la Estética. Asimismo, si optamos por una terapia lipolítica tenemos que tener en cuenta que el incremento en los niveles lipídicos de sangre debe ser compensado con actividad física, a los fines de promover su asimilación metabólica. Caso contrario, no aportaremos al paciente ningún beneficio.
Actualmente se sugiere que otras modalidades terapéuticas, tal es el caso de las ondas de choque, tienen efecto lipolítico en el tejido, aunque esto está aún por demostrarse.
La necrosis, por su parte, es la destrucción de las células grasas in situ, con reacción inflamatoria aguda, y representa el típico medio de acción de terapias tales como la ultracavitación, entendiéndose a ésta como la aplicación de ultrasonidos a una frecuencia selectiva que ronda los 40 KHz. Hago esta aclaración porque hay en el ámbito científico gran confusión al respecto, originada principalmente por las empresas fabricantes de equipos, que utilizan en sus sitios web, folletería y campañas términos tales como “cavitación”, “cavitadores”, etc, sin hacer esta diferenciación. Una vez producida la destrucción celular o lipoclasia por efracción de la membrana adipocitaria y emulsificación, los triglicéridos son catabolizados a ácidos grasos libres y glicerol, y al igual que en el caso anterior, deben ser removidos del torrente circulatorio promoviendo su asimilación metabólica mediante actividad física de cierta intensidad, preferentemente aeróbica, ya que está demostrado que la vía linfática es insuficiente para tal fin.
La radiofrecuencia, aplicada a niveles altos de energía, también es capaz de estimular necrosis de las células grasas, aunque esto no se logra mediante los típicos aplicadores bipolares tan efectivos para tratamientos con fines tensores o anti-age, sino mediante campos de acción más profunda que involucran el empleo de electrodo de cierre de circuito colocado a distancia en relación con el aplicador activo.
Por su parte, la apoptosis o muerte celular programada consiste en un proceso a largo plazo que se desencadena a partir de un estimulo gatillo, en nuestro caso derivado principalmente del frío sostenido que caracteriza a la modalidad terapéutica conocida como criolipólisis. El proceso completo puede durar hasta 60 días (e incluso más) y se caracteriza por la fagocitosis de cierta cantidad de células grasas (la apoptosis siempre es parcial) del tejido involucrado en el tratamiento a través de un fenómeno lento y continuo que bien podría definirse como una reacción inflamatoria crónica.
Al no producirse incremento en los niveles de lipotoxicidad esta práctica es perfectamente viable en pacientes de riesgo para terapias de acción lipolitica y lipoclásica, aunque sí debemos tener presente que para su empleo es imprescindible la integridad cutánea de la zona de trabajo, ya que de lo contrario pueden evidenciarse efectos adversos (principalmente hipercromías) derivados tanto de la aplicación de frío sostenido como del vacum a través del cual actúan muchos de los equipos que ofrece el mercado actual.
Lipólisis, necrosis y apoptosis. Tres mecanismos de acción diferentes, pero muchas veces asociados, y hasta complementarios. De su profundo conocimiento se desprende el plan de acción personalizado alrededor del cual debemos actuar. En la terapéutica actual ya no hay lugar para recetas, y es nuestra responsabilidad profundizar en el conocimiento de los recursos que tenemos a disposición para llevar adelante un ejercicio profesional responsable y efectivo.
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Me encantó este post, me pareció de lo más sensato que he leído al respecto, y es verdad, hay muchísima ignorancia sobre el real efecto fisiológico de los distintos agentes físicos cuando tratamos pacientes con adiposidad localizada. Brillante!!
Como siempre, un muy buen material para nosotros, se agradece. Y además nos invita a repensar el enfoque que le damos a nuestros tratamientos, muchas veces incorrecto.
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