En lo que respecta puntualmente al uso de equipos de electromedicina, los tratamientos faciales no son una excepción a la hora de considerar si el empleo de los recursos con los que cada profesional cuenta en su consultorio o gabinete es correcto o no. A lo largo de mis más de 20 años de experiencia recorriendo diferentes países de América y Europa me he encontrado con infinidad de este tipo de situaciones, lo que me permite poder hacer un diagnóstico muy preciso al respecto.
En el presente artículo analizaremos los puntos que requieren especial atención, ya que representan los aspectos clave para la obtención de resultados satisfactorios basados en la correcta utilización de la aparatología.
Duración de la sesión
Sin dudas, uno de los errores más habituales al momento de confeccionar el protocolo de trabajo es establecer un tiempo de sesión estándar antes de realizar una evaluación del tejido y de determinar, en base a ella, qué medidas terapéuticas representarán la estructura del tratamiento. Esto resulta muy cómodo para la agenda o el turnero pero deriva irremediablemente en el mal uso de los agentes físicos, ya que la atención profesional está centrada en finalizar la sesión en base una duración preestablecida, no considerándose el correcto uso de los recursos que se aplicarán en dicha sesión. Si lo que buscamos es obtener resultados visibles y duraderos, cada agente físico requiere de una técnica apropiada y específica, y cualquier modificación a esta regla básica incidirá negativamente en el resultado final.
Elección personalizada de los agentes físicos
Como ya lo he mencionado en otras ocasiones, en épocas en las que pareciera que «más es siempre mejor» yo me inclino por otra postura: «más no siempre es mejor». Hay demasiada información sesgada comercialmente, y muy poca argumentación para muchos de los protocolos y combinaciones que se sugieren en la actualidad. Es necesario diferenciar un protocolo de una “receta” y evitar acortar camino, ya que ningún paciente es igual a otro y por ende cada cual tiene diferentes requerimientos en base a múltiples factores tales como las características de su piel, su cuadro patológico o su afección, su actividad laboral, la cantidad de horas al día en que se expone a la radiación solar, su experiencia anterior con ciertos equipos o terapias, etc. Un buen protocolo es el que contempla la personalización del tratamiento en base a un criterio profesional sólido capaz de sacar el máximo provecho a las herramientas con las que se cuenta en el consultorio, y esto implica irremediablemente que con cada paciente se utilizarán sólo los agentes físicos que, ya sea combinados o no, permitan obtener resultados reales en base a su mecanismo de acción y a los cambios fisiológicos que se estimulan en el tejido.
Tiempo de aplicación de cada agente físico
Resulta obvio decir que cada agente físico requiere de técnica y tiempo de aplicación específicos. No obstante, esta obviedad es uno de los principales puntos a corregir en el uso que habitualmente se hace de la aparatología. Uno de los principales ejemplos en el uso de aparatología facial está representado por la electroporación, modalidad terapéutica que consiste en la generación de poros reversibles y transitorios (alteración estructural) en el tejido con el fin de permitir a los cosméticos de acción específica ganar en profundidad a través de dos vías principales: intercelular e intracelular. Para que esto suceda se requiere un tiempo mínimo de aplicación por cada zona del rostro (podemos dividir al rostro en 4, 6 u 8 zonas) a los fines de permitir que los activos empleados puedan efectivamente depositarse en la profundidad del tejido para brindar un mejor resultado. Pero sorprendentemente, lo que habitualmente observo es que se realiza una técnica inapropiada de principio a fin, en la que la velocidad del cabezal aplicador es excesiva y -además- no se considera un tiempo mínimo de permanencia en cada zona, absolutamente necesario para garantizar el resultado de la electroporación, ya que como mencioné antes los poros originados por la acción de la corriente específica son temporales y reversibles. ¿Qué significa esto? Muy simple: sólo se forman poros mientras el aplicador actúa en la zona, cerrándose (y por ende no permitiendo la penetración del activo) al cambiar la zona de trabajo.
La radiofrecuencia, en sus múltiples modalidades, es otro de los agentes físicos que sufre con frecuencia un pésimo uso por parte del profesional actuante, principalmente debido a un tiempo insuficiente de aplicación y al desconocimiento de los factores que determinan y condicionan la temperatura en el tejido, los cuales actúan en conjunto, potenciándose y solapándose de forma permanente durante la sesión.
Tiempo entre sesiones
El ítem anterior me trae de forma directa a éste. Así como cada agente físico -incluso las distintas modalidades de un mismo agente físico- requiere de especificidad, es importante conocer que el tiempo entre sesiones será absolutamente variable en cada caso, por ende es un error importante en la planificación del tratamiento realizar los mismos procedimientos en todas las sesiones. Como ejemplo práctico podemos mencionar a la radiofrecuencia resistiva, en la cual el tiempo entre sesiones sugerido es de 21 días aproximadamente y la cantidad de sesiones recomendadas por cada módulo es de unas 6 aplicaciones. En este esquema, que durará unos 4 meses, debemos establecer con anticipación qué recursos terapéuticos aplicaremos en cada encuentro, considerando en este caso que la radiofrecuencia se utilizará cada 3 semanas, pero que contamos con otras opciones que pueden usarse perfectamente dos o incluso tres veces a la semana (tonificación facial con corriente rusa o microcorrientes, electroporación, iontoforesis facial), como así también hay recursos que requieren, como mínimo, de 7 a 10 días entre sesiones (microdermoabrasión, entre otros). El análisis de estos factores nos permitirá establecer un protocolo correcto en base a la información que conocemos de antemano de cada uno de los elementos con los que contamos.
Secuencia en la combinación de terapias
Al combinar diferentes agentes físicos en una misma sesión debemos tener en cuenta que en ocasiones el orden en el cual los aplicamos (cuál primero y cuál después) incide de manera importante en la respuesta del tejido y por ende en el resultado final.
Un claro ejemplo de ello es la combinación electroporación (o iontoforesis, más utilizada en el ámbito kinésico) + radiofrecuencia. En concordancia con algunos “protocolos” erróneamente impuestos, suele emplearse al iniciar la sesión y en primer término la electroporación-iontoforesis, y luego la RF. Pues bien, si nuestra intención es promover un óptimo rendimiento de los principios activos específicos suministrados debemos hacer exactamente lo inverso: aplicar primero la radiofrecuencia, modalidad terapéutica caracterizada por una acentuada hipertermia (y por ende, vasodilatación) dérmica, ya que en caso de utilizarla luego de la electroporación se favorecerá la reabsorción de un porcentaje importante de los activos empleados, eliminándose la posibilidad de una larga permanencia de dichos activos a nivel local (en otras palabras, limitando el objetivo buscado al suministrarlos). Esto sin mencionar otro factor muy importante: muchos activos sufren desnaturalización térmica ante los elevados niveles de temperatura alcanzados localmente durante la aplicación de radiofrecuencia. Justamente por ello la radiofrecuencia debe aplicarse siempre antes que la electroporación-iontoforesis, incluso considerándose un lapso de 15 a 20 minutos entre ambas, para permitir la acción compensatoria de los mecanismos termorreguladores (en este caso representados por vasoconstricción local) y optimizar así el rendimiento de la sesión, potenciándose de este modo ambas modalidades terapéuticas.
Falta de personalidad y responsabilidad profesional
La primera parte de este ítem puede sintetizarse con una frase: “No hagas lo que tu paciente te pide que le hagas, haz lo que tu paciente realmente necesita”.
La segunda parte hace referencia a saber “cambiar el rumbo” de un tratamiento. No encasillarnos en un esquema previamente planificado cuando la evidencia nos demuestra que ése no es el esquema correcto. No todas las pieles reaccionan igual a los diferentes estímulos que aplicamos, y es fundamental hacer un seguimiento personalizado que nos permita cambiar el rumbo justo a tiempo, otorgándole a nuestro esquema de trabajo flexibilidad y versatilidad.
Actualización profesional
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Referencias:
- Agne Jones E. (2007). Eletrotermoterapia. Teoria e Prática. Orium Editora, Santa María (Brasil).
- Ellis RJ, Hartl FU. (1996). Protein folding in the cell: competing models of chaperonin function. FASEB J. 10(1):20-26.
- Ficetti, Fernando (2008). Electroestética Aplicada, 2a edición. Edición del autor, Córdoba, Argentina.
- Fritz M, Counters JT, Zelickson BD. (2004 Nov-Dec). Radiofrequency treatment for middle and lower face laxity. Arch Facial Plast Surg. 6(6):370-3.
- Guyton, Arthur C. – Hall, John E. (1996). Tratado de fisiología médica, 9ª edición. Mc Graw-Hill. Interamericana, Madrid (España).
- Parisi, Mario (2004). Temas de Biofísica, cuarta edición. McGrow Hill Interamericana Editores SA, México DF.
- Rozenberg, Damián (2011). Age Management. Una nueva visión de la Medicina Antienvejecimiento. Nueva imagen gráfica, Buenos Aires, Argentina.
- Vidurrizaga C. – Esparza P. – Deltell Canales J. – Amselem M. (2011). Medicina Estética. Abordaje terapéutico. Editorial Médica Panamericana, Madrid (España).
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